viernes, 2 de octubre de 2009

LeArninG to Fly


“Y así”…Así cómo??, bueno así, mira, más o menos así.

Estoy agotado, llevo cerca de cuarenta minutos que parecen una eternidad escuchando a este tipo q no para de hablar, que sube el tono, que me da consejos, que me trata de plantear un modelo de vida que él supone tengo que seguir, que adoptar.

Sube el tono, hace pausas interesantes, me mira y dentro de toda la mierda crítica que me tira dice con énfasis que tengo talento, que soy creativo.

Estoy tan agotado, su voz ya suena a lo que suponemos como silencio..o sea lo que siempre está…el escenario acústico, da igual. Estoy atontado. Este tipo no para de hablar. Me dice como conducir mi vida, me da instrucciones. Que hay que tener pasión, “pasión necesitas tu pelotudo” pienso esbozando una sonrisa.

Sí, soy homosexual. Sí este sujeto me inquieta. Sí llevamos una relación.

Una relación que mientras más lo pienso menos existe. Vamos, una mentira. Somos totalmente distintos, y él ni siquiera reafirma su homosexualidad frente a otras personas.

Pero aquí estoy, enganchado a este sujeto, moviendo mi cabeza mientras doy sorbos a mi sexta cerveza, y mientras pienso que debo aguantar. Como si al final de este túnel fuese a obtener una recompensa, por mi aguante, por mi tolerancia y mi resistencia.

Cambio de música en el ambiente. Cambio. Sí ahora escribo yo, ahora hablo yo. Suenan los Pixies. Qué recuerdos, quiero volver a esa época. No soy Roberto. No señor lector, permítame aclarar la lectura, soy Fema, una amiga de él.

Roberto está en el hospital, tuvo una pelea con el tipo éste con quien no daba más. Bueno, en definitiva explotó. Yo lo venía venir. Eso no daba para más y el se empeñaba en una suerte de masoquismo en seguir aguantado. Quería una recompensa, como habrán leído. Mentira eso no existe en la visa real. Su recompensa fue terminar en el hospital.

Yo llegué a eso de la 1 de la madrugada cuando me lo encuentro atontado, esbozando una sonrisa idiota.

En un momento voy al baño, vuelvo y veo a Roberto con la botella de cerveza a medio romper amenazando a Fabi.

Intenté, juro que lo intenté, pero Ro estaba fuera de sí. Y bueno, mis intentos eran superficiales. Porque la verdad moría de ganas, hace años de que alguien le rompiera la cara al hijoputa de Fabi.

Yo había sido su pareja también. Y este sujeto lo único que hizo fue destrozarme la vida. Acomodarme metas que no eran de mi interés y darme la peor sensación de frustración jamás experimentada.

“Y bueno”, era Fabi, un tipo encantador, pero de una amargura que disfrazada muy bien.

Suena The Smiths, qué recuerdos, que nostalgia. Abro bien los ojos y noto que el avión comienza a descender, siento ese placer nervioso en el estómago y le aprieto la mano a Fema. Sonreímos. Comienza el aterrizaje. Ahora las únicas instrucciones de vida son las de abrocharse el cinturón y enderezar los asientos. Cambio.