miércoles, 20 de octubre de 2010

InterView


Adelante. Tome asiento por favor.

Gustavo sonríe tranquilo, se sienta y por una milésima de segundo no recuerda donde está, se le nubla la vista, siente que es ligero y voluble.

Frente a él su entrevistador lee en voz alta sus datos curriculares.

Gustavo no traduce el palabrerío, sino que está inmerso en la contemplación de un vaso de agua a medio llenar que contiene huellas digitales y restos de lápiz labial.

Lo del labial le trae recuerdos a su mente y de pronto se siente un poco excitado.

Y bien Gustavo; me gusta. Es el mejor candidato hasta ahora.

Aquí no pone nada respecto a sus pasatiempos. Hábleme de usted, de su vida, de sus inquietudes.

Gustavo alza la vista y enfoca.

La mujer se quita los lentes, refriega sus ojos, fija la vista en Gustavo:

¿Es usted feliz Gustavo?

Gustavo mira hacia la ventana. La mujer aprovecha el momento en que no la ve y saca rápidamente un poco de cocaína de un cajón de su escritorio. Tira los lentes al suelo y mientras los recoge inhala un montoncito de su rodilla. Luego la lame y por una milésima de segundo no recuerda donde está. Se le abrillanta la vista, siente que es ligera , voluble y que tiene el mundo a sus pies.

Gustavo está explicándole algo mientras contempla la ciudad a través de la gran ventana del despacho.

La mujer no traduce palabra, la verdad es que no le interesa hacerlo. Se levanta, se acerca a Gustavo -que habla dándole la espalda- y fija su vista en una diminuta marca rojiza que el candidato tiene en su camisa.

Quiere creer que son restos de lápiz labial y el sólo juego la excita. Inhala y siente un olor tibio que la sonroja.

Suena el teléfono y el sonido corta el aire.

Gustavo calla, recapacita y gira. La mujer habla segura “Estoy ocupada. No…a nadie más”, cuelga el teléfono y bebe un poco de agua.

Gustavo ve el roce de sus labios en el vaso y siente que está a nada de perder el control. Y no le importa, vive de esto y lo disfruta.

“Tu pagaste por esto, tu mandas. Es tu fantasía y ya imaginarás perfectamente cual es mi pasatiempo favorito”.

Ella mira el reloj, abre la ventana y enciende un cigarrillo. “En cinco minutos se va la recepcionista”.

Son cinco minutos de un silencio que impacienta. Gustavo mira el vaso una y otra vez. Se afloja la corbata y no cree poder soportar más ese teatro.

Ya se han ido todos. Y en cuestión de segundos ella tiene la respiración de su entrevistado en su oreja. “Puto de mierda”, piensa. “Puta de mierda” piensa él.

El vaso tiembla…y está ,efectivamente, medio vacío.

martes, 5 de octubre de 2010

FaCe FooD


Todo el mundo, o mejor dicho mis conocidos, hablaban de ello. Estaban dentro, parecían felices y comentaban en códigos comunes.

Mi vida transcurría entre los estudios y el departamento de mamá. A veces tenía trabajos esporádicos que consideraba tristes y mecánicos; en un MacDonald´s, vistiendo el horrible uniforme y relacionándome con gente pasajera, la mayoría inmigrantes.

Yo soy local, soy catalán y vivo en Barcelona, una ciudad cosmopolita, invadida por gente de todos los colores y por una suerte de chapa de “mente abierta”. En esta ciudad, se dice, siempre están pasando muchas cosas. Pero en mi vida no.

Mamá lleva años sin salir de casa, dice que no vale la pena. Vivimos con lo que nos deja mi padre cada mes. También yo aporto algo de mis esporádicos trabajos en el puto MacDonald´s.

Papá nos dejo cuando yo tenía 12 años. Hoy vive con un cubano, que es su pareja. Sí, papá resultó ser gay. Y eso supuso una frustración insoportable para mamá. Perdió el interés por el mundo, por las personas y, sobretodo, por el género masculino. Yo soy el hombre de su vida, me dice constantemente. Tengo 29 años y aún no puedo irme de casa. Mi vida transcurría entre los estudios y el departamento de mamá.

Y bueno, ya que mis conocidos hablaban de ello, y que en mi vida no pasaba nada, decidí hacerlo. Cree mi perfil de facebook y al ver que no tenía amigos a quienes agregar, decidí poner la fotografía de un chico guapo y comencé a enviar muchas invitaciones.

El chico de la foto era atractivo; un tipo al que todo el mundo quisiera tener como amigo. Entonces, ahora sólo me quedaba esperar.

Salía de mi turno del MacDonald´s y el mundo me parecía más interesante. Ya no se trataba solamente de llegar a casa y comer la tortilla de patatas de mamá. Ahora había un mundo nuevo por descubrir.

Fue en esa suerte de “mundo” cuando la “conocí” a ella. Cayó en la trampa y noté desde el primer Chat que era una chica fuera de lo común. Era curiosa la muy perra, como todas. Y se que en el fondo siempre fantaseaba pensando en mi misteriosa personalidad.

Mi vida adquiría más sentido. Y mis sueños nocturnos ya tenían una protagonista. La sonriente chica de las fotos de su perfil.

Tamara era muy guapa, una morenaza delgada que parecía muy feliz en todas sus fotografías. Era azafata y - qué coincidencias!- era cubana.

Tamara se conectaba cada noche y sus modosas costumbres latinoamericanas, la obligaban a ser siempre atenta conmigo. Lo que a mi me encantaba.

Al parecer, comenzaba a obsesionarme. Tenía que conocerla. Vivía en Barcelona.

Se que yo le gustaba, se que cada noche se conectaba esperando encontrarme. Sé que estaba más sola que una mierda en esta ciudad de plástico. Y sé, que llevaría al menos 6 meses sin follar. No se cómo explicarlo, pero es una cualidad que tengo, percibo a la gente cuando no folla. Aunque no la tenga enfrente. Es un don que comencé a desarrollar cuando papá se fue de casa.

En el MacDonald´s este don se agudizó más. Cada vez que un cliente me pagaba su cheese burguer con doble queso, lo sentía. Fue así como comencé a desarrollar una interesante teoría sobre la estrecha relación causa-efecto que existe entre una cheese burguer y la abstinencia sexual. Era inequívoco. En fin. Vuelvo a Tamara.

La chica siempre sonreía, pero en cada foto su mirada era la misma. Tenía miedo esta mujer. Pero ese miedo a mi me encendía. Tenía que conocerla, pero sobretodo, tenía que hacer que ese miedo se agudizara aún más. Me la quería follar, vamos.

La cubanita muchas veces desaparecía de la dimensión facebook, ya que tenía largos itinerarios de vuelo. Eso de que no tuviera los pies en la tierra por mucho tiempo, me generaba una hermosa metáfora. Cada vez que viajaba le planteaba románticamente mi metáfora, y a ella parecía encantarle. Típico de los latinos, son todos babosamente románicos. El novio de papá es insoportable, llora con la publicidad que hace Coca Cola en navidad. En fin. Pero con Tamara descubrí que soy un galán. Un galán nato.

Hubo un antes y un después en nuestros chats. Fue con la llegada del otoño. Tamara llegaba de Shangay, y definitivamente algo había cambiado en ella. No contestaba mis saludos. No comentaba los temas románticos que ponía en su muro. No me decía “buenas noches guapetón”. Tamara ya no me quería. Y yo, sentía que perdía mis poderes de galán.

Mi vida volvía a tornarse gris. Y aún no había podido conocerla.

No tuve más noticias de ella. Llegaba el invierno, desaparecían los turistas multicolores y las suecas borrachas. Se acaba la promoción de helados en Mac Donalds. Todo se volvía triste. Y la tortilla de patatas de mamá perdía encanto.

No se cuánto tiempo pasó, quizá un mes. Cada noche la buscaba en el Chat. Pero Tamara no respondía. Algo estaba pasando, y yo no estaba adentro.

Un fin de semana, tuve que cubrir un turno extra en el MacDonald´s del aeropuerto. Odio los aeropuertos. Odio al puto Mac Donald.

Estoy ordenando los billetes de la caja cuando oigo una dulce y cantona voz.

“Una cheese burguer doble para llevar”. Alzo la vista. Era Tamara. Y frente a mis ojos se rompía mi elevada teoría de la estrecha relación entre la hamburguesa con queso y la sexualidad. Era ella. Y no tenía esos ojos temerosos. Era ella y parecía feliz. ¡Era ella y no sabía quien carajo era yo! Era yo, con mi uniforme, y ¡No era un galán!

La muy perra.

Me borré del puto facebook y del puto MacDonald´s. Ahora cuido abuelos en una residencia. Y estoy desarrollando un nuevo don, que seguramente dará con una perfecta teoría.