Adelante. Tome asiento por favor.
Gustavo sonríe tranquilo, se sienta y por una milésima de segundo no recuerda donde está, se le nubla la vista, siente que es ligero y voluble.
Frente a él su entrevistador lee en voz alta sus datos curriculares.
Gustavo no traduce el palabrerío, sino que está inmerso en la contemplación de un vaso de agua a medio llenar que contiene huellas digitales y restos de lápiz labial.
Lo del labial le trae recuerdos a su mente y de pronto se siente un poco excitado.
Y bien Gustavo; me gusta. Es el mejor candidato hasta ahora.
Aquí no pone nada respecto a sus pasatiempos. Hábleme de usted, de su vida, de sus inquietudes.
Gustavo alza la vista y enfoca.
La mujer se quita los lentes, refriega sus ojos, fija la vista en Gustavo:
¿Es usted feliz Gustavo?
Gustavo mira hacia la ventana. La mujer aprovecha el momento en que no la ve y saca rápidamente un poco de cocaína de un cajón de su escritorio. Tira los lentes al suelo y mientras los recoge inhala un montoncito de su rodilla. Luego la lame y por una milésima de segundo no recuerda donde está. Se le abrillanta la vista, siente que es ligera , voluble y que tiene el mundo a sus pies.
Gustavo está explicándole algo mientras contempla la ciudad a través de la gran ventana del despacho.
La mujer no traduce palabra, la verdad es que no le interesa hacerlo. Se levanta, se acerca a Gustavo -que habla dándole la espalda- y fija su vista en una diminuta marca rojiza que el candidato tiene en su camisa.
Quiere creer que son restos de lápiz labial y el sólo juego la excita. Inhala y siente un olor tibio que la sonroja.
Suena el teléfono y el sonido corta el aire.
Gustavo calla, recapacita y gira. La mujer habla segura “Estoy ocupada. No…a nadie más”, cuelga el teléfono y bebe un poco de agua.
Gustavo ve el roce de sus labios en el vaso y siente que está a nada de perder el control. Y no le importa, vive de esto y lo disfruta.
“Tu pagaste por esto, tu mandas. Es tu fantasía y ya imaginarás perfectamente cual es mi pasatiempo favorito”.
Ella mira el reloj, abre la ventana y enciende un cigarrillo. “En cinco minutos se va la recepcionista”.
Son cinco minutos de un silencio que impacienta. Gustavo mira el vaso una y otra vez. Se afloja la corbata y no cree poder soportar más ese teatro.
Ya se han ido todos. Y en cuestión de segundos ella tiene la respiración de su entrevistado en su oreja. “Puto de mierda”, piensa. “Puta de mierda” piensa él.
El vaso tiembla…y está ,efectivamente, medio vacío.
Muy bien ejecutado, Gloria. Te felicito, sabes que los he leido todos y este me sigue gustando mucho. Animo y felicidades
ResponderEliminarGloria! Me encantó el relato, felicidades!
ResponderEliminarAyer estábamos hablando sobre blogs con Vato y me comentó que el tuyo estaba muy bien, así que pasé a saludarte. De verdad que me encantó la historia!
Un beso, guapa!
Mia.