domingo, 27 de diciembre de 2009

LuCía


Me levanto y el perfume pegajoso junto al olor a colillas de cigarro inundan el ambiente. Olores ajenos, olores calientes a ratos repugnantes y muy sintéticos.

Evito a hacer mucho ruido, una vez cruzado mi umbral puedo encontrarme con cualquier cosa.

“La oigo, se está levantando, hija de la gran puta, no la soporto. Es tan extraña, y se viste tan mal, no entiendo de qué va. Seguro quiere revisarlo todo. Quiero que se vaya de una vez. Qué rara que es esta chica”.

Y ahí están, los tres acostados, los tres maquillados, las fundas de lo cojines con restos de maquillaje, un pie que se escapa. El olor, de nuevo el olor. Las chicas y el “chico”. El chico depilado, el chico que sueña con un príncipe azul multimillonario (depilado igualmente), bronceado y fuerte.

“Mmm que guapo pendiente lleva en esa orejita tan rica, y que bien se viste, y qué boca. Cójeme por detrás y cómeme entero…uy sus calzoncillos son de D&G, este tipo es lo más. Quiero ser tuyo, sí todo tuyo. Eres bello, somos bellos, sí…si”.

Me miro al espejo mientras oigo los gemidos del personaje depilado. No puedo evitar reir. Estoy incómoda, quiero desaparecer. Y en mi cabeza suena un tema; una canción…no se qué mierda pero el asunto es que suena. Y me miro, y mis ojos están tristes. Y tengo pena. Y no me encuentro.

“Qué mierda hace ésta tanto rato en el baño, quizá le da por cagar y no encontrará papel higiénico…pues bien, que se fastidie, que se joda. Que se vaya de una puta vez, no la soporto. ¿Qué haremos hoy? Aiii que palo, no tener coche es de lo peor. Que desgracia la verdad. Vi unos taconazos tan guapos en la tienda, los quiero”. “Seguro arrasaré con ellos, seguro todos los chicos me seguirán con la mirada. Qué le pasa a éste. Porqué hace esos ruidos. ¡Aiiii qué asco! Intentaré dormir, pensaré en algo. En qué puedo pensar, aiiii no se. Qué complicación. Qué taconazos, los quiero, y que bien me quedarían con el mini vestido rosa”. Y con mi pelo…y con mi bronceado…y el brillo…los taconazos…los…

Qué incómodo, me da vergüenza ajena todo esto. Me da vergüenza salir del baño. No quiero verlos, no quiero olerlos. Cómo es que hay gente así.

Son máscaras, sí son máscaras, por eso tanto maquillaje. Bajo la vista y el lavamanos está lleno de polvos de maquillaje. Paso mi dedo, lo miro y me da asco. Y al otro lado de la pared se oye al chico gay balbuceando entre sueños. Sueña con D&G.

Pausa. Lucía quedó contemplando su dedo manchado de polvos “real skin” (paradojas del mercado), por alrededor de cinco extraños minutos. La ventana del baño estaba abierta, se veía la ciudad y una brisa refrescaba el lugar. El sonido melodioso persistía en su mente.

A unos metros, en el edificio de al frente un chico le daba continuas caladas a su cigarro mientras se deleitaba contemplando a la muchacha que no encontraba su rostro en el espejo. Lucía estaba siendo observada. Y de alguna manera lo sentía. No se podía convencer de estar en total soledad y sin complicidad en un momento así. Eso rozaría la locura, necesitaba testigos.

Lucía chupó su dedo y al tacto de la saliva el polvo se convirtió en una especie de témpera. Se miró al espejo y trazó una continuidad de sus comisuras en forma de sonrisa. Rió sola y se burlo de sí misma, de la situación y de la soledad.

Una suave y placentera caricia recorrió su espalda, sintió cariño y placer. Sintió que realmente había alguien ahí. Suspiró en automático. Y al darse la vuelta coincidió con su espía.

El chico ruborizó y sonrió con unos ojos brillantes, la llamó con la mano. “Al fin sabe que existo”. Fue ahí cuando Lucía tuvo la absoluta certeza de que era un sueño, de esos pocos que había tenido, sobretodo de pequeña, cuando al fin descubría la trampa y caía en la cuenta de que podía controlarlo todo. Volar, tocarse, quemarse; ser dueña; ser libre. Salvajismo sin testigos, sin tapujos, sin moral.

Sintió una sobreexcitación. Euforia. Se desnudó, esparció restos de maquillaje por todo su cuerpo. El chico la miraba animado y hacía figuras con el humo del cigarrillo. Mientras, Lucia mojaba su cabello y movía la cabeza acariciando y humedeciendo su espalda como si se preparase para un ritual. Las figuras de humo eran cada vez más nítidas. “ V E N” escribían en el aire.

Ya preparada, ya salvaje, ya dueña de esta historia saltó la pequeña ventana del baño y comenzó a correr dando alaridos por la asoleada terraza que separaba los edificios.

El sol era intenso, los rayos mejores a cualquier sueño anterior. Su carcajada desenfrenada tenía la melodía que venía escuchando mentalmente hace días. El horizonte era luz. Luz resplandeciente y colores claros y brillosos. La terraza acabó. Dio el gran salto.

¡Cómo lucía Lucía!

...Fue su último recuerdo.

1 comentario:

  1. vaya cabeza.....parece que eres tu, despues no eres tu, despues son dos cabezas las que me hablan aaaaaaa despues es un sueño, mierda, ni tarantino....

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