jueves, 25 de febrero de 2010

¿Vivimos en una piña? ¿debajo del mar?


Mira...Bob Esponja. ¿Conoces a Bob Esponja?, “Esponch Bob”, lo tiran ahora por la tele. Un tío amarillo y cuadrado.

Bueno; tú eres como Bob Esponja. Bob es una esponja y eso es lo que tienes que hacer tú ahora. Lo que ellos quieren que seas.

Que tú, como esponja, absorbas todo y luego, mmm (largo y pronunciado “m”) instaures ese programa informático.

Curva, curva. A la izquierda, de nuevo curva. Afuera está gris. Curvilíneo pero gris.

La voz dominante persiste y continúa dando instrucciones severas de vida a la “supuesta” Bob. Escucho atenta, no quiero perder detalle de este absurdo sorpresivo. De pronto la voz instructora se hace más y más fuerte. Está cerca, más cerca. “¿Alguien tiene una bolsa?”, dice clara, potente y con su mirada mirándome fijamente. Es una sargento de temer y tiene un aire de Boy Scout. “¡Es que quiere vomitar!”.

No. No. Eso no por favor, ¡vómito no!

Coincidencia, ¡pero si ayer estuve hablando de esto! De vómitos y de bolsas. De recuerdos infantiles, de aquella chica que una vez me vomitó antes de entrar a clases, y del consiguiente trauma que implicó en mi desarrollo como humana (¿o como esponja?).

¡Que si tienes una bolsa mujer!. Mierda ahí está la sargenta y de pronto oigo el segundero del reloj que hace un tic tac de pre-bomba.

Me entra el pánico vomitivo. Curva. Hurgo deseperada mi bolso y ahí está: la bolsa. La bolsa que ayer se estrenó con un producto de alto nivel, y que hoy comenzaba a trabajar de portaparaguas. Una bolsa joven, soñadora, llena de espectativas e ilusiones.

Miro a la bolsa y mentalmente le digo; “lo siento”. Le doy la bolsa a la sargento y la coge apresurada. Es que “La Bob” está que vomita. Me volteo disimuladamente y la veo. Es una chica con pinta debilucha. Y sí, tiene un aire a Bob, pero a un Bob blaquecino y desteñido, no amarillo.

La voz instructora sigue y dice en un tono aún más imperativo: respira hondo. Piensa en la nieve. (¿Calmará las náuseas pensar en la nieve?). En el pescado que tanto te gusta. No, en el pescado mejor no (flaquea un poco la voz instructora).

Falta poco para llegar a destino. No se oye arcada alguna. La Bob lo está logrando.

Hemos llegado. Huele a alivio. Pero en mi cabeza, y en el fondo de mi corazón pienso en el futuro de esa bolsa que dejé partir. En las vueltas de la vida. Y en la soledad que siente mi paraguas ahora que está solo, sin la soñadora y optimista bolsa.

Y es que en la vida o se es bolsa, o se es esponja.

1 comentario:

  1. ¿ ficción o realidad ? la sargento me sonaba a una mezcla de Calamardo con Don. Cangrejo
    faltó Patricio para amenizar y Chico Percebe para salvar la situación
    ya caigo..... Realidad ..... superando a todo el resto como siempre
    pobre bolsa debe sentirse húmeda ahora
    adiós a sus sueños de ser reciclada

    ResponderEliminar