jueves, 8 de abril de 2010

Borrón y CuEntA NUEVA


A medida que pasaban los minutos, sentía como si algo superior estuviese jugando con nosotros. Como si hubiese abierto el libro de pequeños episodios, que para mi tanto habían significado, y con una goma de borrar gigante fuese borrando pequeñas viñetas y situaciones. Qué más tarde, comprendería, habían sido un montaje más.

Y es que luego de la euforia inicial no podía ni reconocer su mirada, y sólo oía gritos exagerados y falsos, que pretendían actuar una emoción (montada, pude comprobar más tarde). Mientras, brindábamos una y otra vez como si estuviésemos actuando para una cámara o para un programa de vacaciones, y yo me intentaba entregar a la situación; ya que me repetía a mi misma “es temporal”, “es la situación”. Y la otra chica movía las manos de forma exageradísima emulando a una diva de los años cincuenta, mientras sus ojos sin expresión se iban tornando cada vez más vidriados.

Y bueno, juguemos al show, me dije a mi misma y brindé en silencio por el absurdo. Bebí tres exactos y precisos sorbos sin parar, (tres y largos, porque en otro jueguito que me traía significaba buena suerte). Sonreí y traté de “subirme” a la conversación que se traían este par de desconocidas.

Empezaba la primavera y de pronto me ví sentada contemplando brotes de superficialidad, con una serie de florecimientos que desconocía.

¿Es un montaje?, me pregunté en mi sexto sorbo (en el jueguito que traía los sorbos iban aumentando según qué etapa, y ésta era la segunda). “Pues no querida, esta vez no”. Oí claramente la voz y la frase que acabo de escribir. Miré a las chicas que estaban a centímetros de mí, pero a muy larga distancia y constaté que ya habían olvidado mi existencia. Me puse un tanto nerviosa, encendí un cigarrillo y me reí tratando de desviar la vista hacia cualquier ángulo.

“Pues no querida”. Mierda, la voz de nuevo. Me volteé y dí con una mujer mayor, canosa, y de...cómo decirlo, de una llamativa discreción (lo sé, es paradójico pero así era). No sé cómo explicarlo, era algo así como un frasco de elegancia y de seguridad. La reconocí, la conocía desde siempre. Pero no sabía quién era.

Sonreí, y me llamó con la mano. “es que estoy con ellas...es que”. “¡No!”, me interrumpió. Me di la vuelta y ya no vi más a mis acompañantes. Seguramente estaban lamiendo la cocaína del ombligo de algun tipo, o haciéndose fotografías en plan “sexy montaje” en el baño.

Me sentí perpleja, pero segura. Stop. ¡Pero si yo había imaginado esto antes!, ¡pero si estoy soñando!, y me entró un ataque de risa desaforado, llamé al camarero y dije; este es mi bar, ¡yo invito!. Recibí un aplauso unánime. La mujer canosa entró en mi contagio y comenzó a hacerme cosquillas.

Me subí a la barra y ordené a todos hacer lo que les diera la gana.

Me sentí salvaje y auténtica. Caminé descalza sobre el pan con tomate. Esparcí aceite por la barra y fuí la primera en inaugurar el concurso de salto y deslizamiento sobre aceite de oliva y pimienta. La gente aplaudía y de poco entraban en el juego. La mujer canosa se desnudó y hubo una cascada de destellos multicolores. Sí señores, lo aseguro, tengo testigos. La mujer ésta brillaba. Eso no era un cuerpo; eran luces.

Y se respiraba algo así como un trance eufórico. “Más, más, más”. Pero lindo, infantil, sano, aunque crean lo contrario. “¡Más, más, más!” Y se oía música improvisada que provenía de tenedores, platos, burbujas de cerveza y chocar de vasos. Suspiros y más suspiros.

Todo melódico. Extásis. Jolgorio. Y yo jugando, y la gente riendo. Y la mujer canosa derramando luces coloridas por todas partes.

De pronto, sentimos un temblor. De pronto todos callaron, y el ambiente se impregnó de miedo. ¿Dondés estás?, comencé a buscar a la mujer canosa. Alzo la vista y veo un agujero en el techo. Algo gigante y blanco lo atraviesa. No lo creo, esto me supera; es una goma de borrar, parece una nave espacial, ¡Qué alguien encienda la luz!

Borrados.

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