jueves, 3 de marzo de 2011

Un Verano CATarsiS (*)


Hay un bus añejo en un pueblo de partida (aunque parece de salida). Partida a un retorno. A fragmentos del pasado.

El pueblo luce destrozado y sucio. “La gente es fea”, le dice imaginariamente su amigo.

Huele a churrascos quemados y brillan máquinas tragamonedas y carteles promocionales de comida chatarra.

“Todo es chatarra”, le comenta nuevamente su amigo.

¡Déjame un momento en paz! Déjame vivir este viaje; es parte del proceso. El amigo calla pero sonríe maliciosamente.

Ella sube al viejo bus, se sienta al lado de un hombre con rasgos de campo, que la saluda amablemente. Decide, al instante, ponerse los audífonos para evitar oír comentarios de su amigo parlanchín. Escoge opción “aleatoria” - Play - y suena “These summer days”.

Sonríe satisfecha. Es eso. Es justamente eso; un portal caducado a “Esos días de verano”. A la nostalgia de esa niñez.

A cementerios de insectos. A picadas de mosquitos reventadas de tanto rascar. A pecas solares y cola cao frío. A soledad y a seres imaginarios.

¿Yo también soy imaginario?, pregunta la voz insistente. Ella sube el volumen y trata de ignorarlo. Mientras, suena azarosamente Pixies. Sonríe y escribe en el reverso del boleto “No mi pequeño duende”. Se oye un suspiro.

Vamos de camino, se dice a si misma. Es verano; sería un “summer day” de ese entonces.

“¿Qué estaría haciendo diez años atrás?”. Seguramente estaría tirándose piqueros y transformándose en sirena lacustre. Nadando desnuda con temor y fascinación a ser vista. La sirena bailarina. La reina de los pirigüines.

Stop. Un hombrecito viene a revisar su boleto. Puede ser una versión adulta de algún niño pueblerino de “these summer days”, o puede que sea aquel gato que ella transformó en humano en un atardecer.

Parece que no. Lo mira sigilosamente, pero con disimulo. El hombrecito corta el boleto con amabilidad y enrojece.

Play. La música continúa, el viaje está provisto de curvas. Duerme.

“Señorita…. Llegamos. Señorita…. Señorita bájese”.

Stop. Atontada coge su bolso, se quita los audífonos y baja un tanto mareada. No reconoce el lugar. No hay más pasajeros.

También baja el joven de los boletos y sigilosamente comienza a seguirla.

En tanto, su amigo imaginario no cesa de darle instrucciones, es él quien debe dirigir la situación. Ella no reacciona.

“Corre…te persigue”. “Calla, qué estás diciendo”.

Efectivamente.

Su corazón comienza a acelerar, pero no teme. “Es él, estoy segura de que es él, su pupila no era normal”. Un repentino y acertado arañazo en la nuca la hace tambalear. Cae lánguida en medio de una polvorienta curva. Su amigo imaginario pide ayuda a gritos. Pero nadie lo escucha (¡es imaginario!)

“Me perdí de siete vidas… me las pagarás humana estúpida”. Fue la sentencia.

Stop.


(*) Catarsis: Eliminación de recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso. Purificación, liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda.

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